lunes, 12 de agosto de 2013

Un día de mierda


No soportaba el transporte público. La sensación de haber estado perdiendo el tiempo mientras cambiaba el peso de un pie a otro en la marquesina, se unía a la sensación de ir completamente transpirada.

Eran apenas las siete de la mañana, pero el calor en Madrid era ya asfixiante. Que asco, me siento toda pegajosa, y me acabo de duchar. Como no me den pronto el coche, creo que terminaré enloqueciendo. Pensó mientras se pasaba el dorso del dedo índice por el labio superior. Comprobó que estaba perlado de pequeñas gotas de sudor. Puso los ojos en blanco, como maldiciendo al canalla que dos días antes le había destrozado la puerta del copiloto y que la había obligado a dejar a su tesoro en el taller.

Cinco días, cinco días, se repetía a si misma como un mantra. Cinco días y recojo el coche. Solo cinco días. Si la gente va y viene en transporte público, yo también puedo hacerlo. Un golpe de sudor la hizo arrugar la nariz y soltar el aire contenido con desesperación. Imposible tío que huelas así a las siete de la mañana si acabas de salir de casa, pensó, con toda la gana de soltárselo a bocajarro en la cara. Cerdo!

Como siga así, estos cinco días voy a estar de un humor de perros. Además esta tarde tenemos que ir a la fiesta con los gilipollas del trabajo de Adolfo. Otra vez los ojos en blanco. Deja la mente en blanco, Elena, se instó a si misma.

La mañana se estaba torciendo por minutos. No conseguía hilar un pensamiento optimista. Sentía como el cabreo subía desde la boca del estomago y le hacía chirriar los dientes.

No soporto al compañero de Adolfo... ¿como era que se llamaba? Pensó, mientras que dirigía la mirada hacía su izquierda y ligeramente hacia arriba en un intento inconsciente de recordar el nombre de semejante capullo.
Desistió porque no se acordaba y además pensar en ese baboso la ponía todavía de peor humor. Aun recordaba la fiesta de Navidad en la que con todo el descaro del mundo la sobo aprovechando el pasillo vacío que había que cruzar para llegar a los baños. Recordó con amargura la respuesta de Adolfo. Cielo... es que él es así con todo el mundo, un poco sobón, pero no creo que lo haya echo a posta. Vamos Cielo, no exageres... Joder! Recordar esto le ponía de peor humor aun.

Mierda!!!! Mi puta parada!!! ¡Joder, dejarme pasar, coño, que llego tarde! A voz en grito se abrió camino entre los cuerpos sudorosos y apretujados. Consiguió saltar del autobús, no sin antes arrastrar tras de sí a una joven.

Los papeles de su portafolio, el móvil y la mitad del contenido de su bolso Hermes fueron a parar al suelo. El autobús cerro las puertas y allí las dejo a las dos recogiendo las pertenencias de Elena.

Perdona, gracias por ayudarme a recoger mis cosas, estoy teniendo una mañana de mierda y solo ha echo que empezar. Soltó toda la frase sin levantar la mirada mientras recogía sus cosas de aquí y de allí.

Cuando levanto la vista, aun acuclillada, tuvo que mirar dos veces para comprobar que los ojos que tenía enfrente eran realmente violetas. Joder! Como los ojos de Elizabeth Taylor. Coño Elena que pensamiento más tonto, se reprochó a si misma. Seguía mirando aquellos ojos, a través de las pestañas negras, largas y rizadas que los enmarcaban.

Después de unos segundos, logró recuperar la compostura, comprobar que estaba todo otra vez recogido en su bolso y se incorporo. La joven la imitó y entonces comprobó que era apenas unos centímetros más alta que ella.

¿Un mal día? La espontaneidad de la pregunta y la sonrisa con la que la acompaño la pillo completamente desprevenida y balbuceo ligeramente antes de conseguir componer una respuesta.

Si, una mañana de mierda. Contestó apenas con un hilo de voz. No conseguía apartar la mirada.

Siento haber chocado contigo y haberte tirado el móvil, ¿No se te habrá roto, no? No oyó la pregunta inmersa como se hallaba en la mirada violácea.

Ella no esperó más la respuesta a su pregunta y con una sonrisa se despidió, giró sobre si misma y comenzó a alejarse. ¡Qué mejore tu día! Chillo mientras se alejaba sin girarse siquiera. Elena no se movio, plantada en mitad de la acera con el bolso colgando en una mano y en la otra sujetando el portafolios con todos los documentos revueltos y sobresaliendo.

Se sorprendió observando la figura de la muchacha mientras se alejaba. Femenina, casi felina. Puntilleaba al caminar, elevando el cuerpo ligeramente en cada paso. El top de seda salmón se bamboleaba al compás de su caminar, marcando ahora un lado de la cintura ahora el otro. Apenas tapaba el cinturón de piel marrón que ceñía los shorts blancos impolutos que redondeaban las nalgas, dejando entreveer ligeramente la unión de glúteo y muslo.

Cuando consiguió salir de el estado de aturdimiento, la joven se había alejado al menos unos treinta metros. Aun podía contemplar su espalda y el movimiento del cabello

Giró y enfilo el paseo hasta la oficina.

domingo, 11 de agosto de 2013

Línea directa con Dios

Hoy después de más de seis meses, me he decidido por fin a escribir a mi amiga Ana.

Ana es una de las Sabias. El Otoño pasado nos dio  la noticia de que se metía a monja de clausura. Imaginaros que poco sentido tiene eso para una persona que no tiene fe en ningún Dios. Aun hoy pienso que está loca y que antes o después se dará cuenta de que no puede seguir encerrada y volverá a nosotras.

Pero mientras eso ocurre, la apoyo, aunque no la entienda. Y prometí escribirla. Le dije que una carta al mes, pero visto lo visto no he sabido cumplir mi promesa.

Hoy por fin he conseguido sentarme. Papel, boli, sobre y sello. Como hace siglos que no escribía a mano una carta, al principio me he sentido super torpe. Menuda tontería! pero así ha sido. Luego las palabras y las frases han ido fluyendo casi como si la tuviera delante.

Pienso en el día que salió del convento. Había estado quince días con las monjas, probando si aquello de la clausura podría ser lo suyo. Después de salir del convento se vino a dormir a mi casa. Llego asustada, pero con una certeza férrea de que aquello era lo que tenía que hacer. Y así, agarrándose a esa certeza a prueba de todo, entró el día 3 de febrero en el convento. Un pequeño convento de clausura en Soria capital.

La llevamos hasta allí unas cuantas de las Sabias. Creo, sin duda a equivocarme, que puede ser el peor viaje que he hecho en mi vida. Saber que la quedaban horas, minutos, para estar "libre" es angustioso para cualquiera que no comprenda la vida de clausura. Yo sentía que la llevábamos a una especie de cárcel. Sin embargo ella iba feliz, sentada en la fila del medio de la furgoneta. Repartiendo entre las que estábamos las pocas pertenencias que aun no había repartido. Y a mi el nudo en el estomago cada vez se me tensaba más y más.

Y la sensación de no entender nada se iba haciendo más y más firme en mi. ¿Por qué Rus, por qué lo haces? "Porque Dios me lo ha pedido y no puedo negarme". Inconcebible que una respuesta así pueda satisfacer mi necesidad de entender semejante decisión.

Pero lo peor estaba por llegar. Rompí a llorar cuando abrieron las puertas y después de haber estado un rato despidiéndonos, entró al convento. Vidi que también estaba allí con nosotras, se encontró con la incapacidad de consolarme. La sensación de perder a Ana, fue brutal y aun hoy a pesar de haber conseguido escribir la carta, me duele y me pesa.

No he conseguido hablar con ella por teléfono. Siento que lo único que sería capaz de decirla es "que cojones haces!!! Sal de ahí"

Vidi dice que simplemente no lo entiendo porque no comprendo el poder de la oración. De todas formas, ahí va mi sobre, con su sello, y con la carta dentro. Espero que teniendo línea directa con Dios no se me extravíe.


domingo, 28 de abril de 2013

Amor... por los libros

Me ha gustado la foto que ha puesto una amiga en el FB. Estoy pensando en pintarla en la estantería de mi despacho... aunque lo mismo tengo que tirar la estantería...jajaja

sábado, 30 de marzo de 2013

Semana Santa en Madrid

Yo pensaba pasar la Semana Santa desconectando en el pueblo, pero mi abuela decidió a última hora que no le apetecía ir hasta allí, que se encontraba muy cansada, y me he encontrado tirada en Madrid.

Un Madrid que en estas fechas se queda desierto. Además, si a eso le sumamos el mal tiempo, pues el coctel es de quedarse en casa.

De todas formas, el jueves mi amiga Penélope me "invito" a comer a su casa. La invitación tenía una sorpresa escondida. Estaban arreglando el jardín y necesitaban mano de obra barata. Al parecer no había sido la única incauta que había picado. Allí se encontraba también Javier, un amigo del marido de Penélope de cuando iban juntos al colegio.

Javier está separado desde hace tres años. Tiene dos hijos preciosos. En un momento que nos quedamos a solas en el jardín decidió sincerarse conmigo. La verdad es que no se muy bien por qué lo hizo.

El caso es que Javier es católico convencido. De los que piensan que solo se casa uno una vez  y que solo tiene una mujer en la vida. Y aunque te separes y te divorcies, esa mujer será tu mujer ante los ojos de Dios toda la vida. El matrimonio católico entendido por un católico es para toda la vida y para la eternidad.

Ella le fue infiel. Pretendía además mantener esa doble vida de la gente que no es capaz de dar la cara y decir, mira, ya no te amo. El terminó descubriéndola y poniéndola contra la espada y la pared.

Consecuencia: un matrimonio destrozado. Javier adelgazo y se consumió hasta ser solamente una sombra de lo que había sido. Le diagnosticaron diabetes. Desde entonces es insulino-dependiente. Asume que ante los ojos de Dios esa seguirá siendo su mujer, pero él afirma que esa ya no es su guerra. Su caballo de batalla son ahora sus dos hijos.

Ser católico no es una opción fácil, aunque a simple vista puede parecerlo. Tienes el futuro asegurado, vas a ir al cielo a poco que te portes bien. Y además te van a perdonar todos tus pecados. Pero por otro lado se te exigen ciertos sacrificios. La presión de elegir con quien pasas tu vida si es que decides casarte, que obviamente es la opción elegida por la gran mayoría. La presión de saber que si no eliges bien, te va a dar igual porque estas obligado a luchar por tu matrimonio, porque es para toda la vida, porque no va a haber otro.

Y ojo, que yo soy de las que opinan que la gente últimamente no lucha lo suficiente y se rinde antes de tiempo. Pero tampoco entiendo el extremo opuesto. El de no hay de otra, este elegiste y con este te quedas. Ya verás como te las apañas para ser feliz, porque no hay más opción.

Así que oyendo el otro día a Javier hablar sobre la infidelidad de su mujer, yo solo podía pensar que menos mal que ella se empecinó en el divorcio, porque a él su fe y su forma de vida solo le dejaban una opción. Perdonarla y continuar con el matrimonio.


miércoles, 6 de marzo de 2013

A mi la carne me gusta al punto

Si os digo que esta entrada me ha resultado complicada de escribir, ¿me creéis?

Por regla general solo escribo cuando tengo la necesidad de hacerlo. Pongo los dedos sobre el teclado y las palabras fluyen. Es fácil. Pero esta entrada ha resultado ser un mal parto.
Me sentía embarazada. Llena de ideas y de sentimientos que expresar a raíz de una conversación que me ha dejado exhausta. Y de golpe, han sido como las contracciones de un parto, pero lo que ha salido ha sido del tamaño de una sandía

Cuando alguien que no conoces se presenta ante ti dándote una imagen y mostrándote una serie de atributos que afirma tener y no tener, ¿no está realmente vendiendo una imagen que puede que nada tenga que ver con la realidad? ¿es tan descabellado pensar que solo se protege? Al fin y al cabo todos nos intentamos vender en mayor o en menor medida, y sueles hacerlo desplegando todo lo bueno que tienes. Cuando alguien hace lo contrario, cuando se desmerece, para mi que se esta auto protegiendo

Cuando alguien te afirma que ha puesto toda la carne en el asador y que se le ha churruscado y después te dice que lo pongas en cuarentena, ¿no esta realmente protegiéndose el mismo a pesar de creer erróneamente que te protege a ti?

Si me dicen lo que tengo que espera, lo que tengo que pensar de alguien, lo que tengo que sentir por esa persona, consiguen el efecto contrario. Que no me lo crea, y que piense que hay más de lo que dice, mas de lo que quiere que vea y mucho más de lo que muestra.

Sí es cierto que se ha montado todo un caparazón para protegerse, lo ha vestido con dos adjetivos muy típicos. Sinceridad y optimismo. Nadie es sincero al ciento por ciento. Y es matemáticamente imposible ser siempre optimista. Si todos nos pudiéramos definir con dos adjetivos, seriamos más planos que el mundo de Colón.

Hay mucho más en cada uno. Hay infinidad de dobleces y de sombras. Hay matices. Hay grises. No te puedes definir a ti mismo con dos adjetivos. Soy blanco y soy negro. No perdona bonito...seguro que en la mayoría de las ocasiones eres gris. Pero ser blanco y ser negro nos evita tener que enfrentarnos a la escala de colores que hay en medio que es precisamente donde esta el tinglao montao y donde suelen librarse las batallas. Esas que a veces se pierden y hacen que se nos churrusque la carne que hemos puesto en el asador.

Es cómodo decir a la gente, soy así y asao. No esperes más de mi. Esto te da una ventaja. No sufres. !bien por ti! Pero hace que te pierdas todo o lo mejor que te puede pasar. Levanta un muro si quieres, nadie te lo impide. Y veras que la mayoría de la gente se da contra el. Bien por ti otra vez. Objetivo conseguido. Pero llegará alguien, porque siempre llega, que será más listo que los demás y rodeara el muro. Esa persona, y no serás capaz de pararla, pintara de colores el blanco y convertirá el negro en gris. Y entonces empezarás a sufrir otra vez. Y volverás a sentir. Y volverás a vivir plenamente. Por mucho que lo intentemos los muros no duran eternamente. Ojala pudiéramos protegernos para siempre de ese asador al rojo vivo, pero es inútil. Inténtalo todo el tiempo que quieras, pero llevas las de perder. Se te ha quemado un chuletón, y es probable que hayas aprendido y no te vuelva a pasar. Pero llegará el día que pongas unas verduras, o unas chuletillas de cordero, que necesitan menos fuego que un buen churrasco. Y no lo habrás calculado, y se te quemaran. ¿Qué harás entonces? No puedes vivir sin comer, porque inevitablemente morirás de inanición. 

Con el amor, sea del animal que sea, pasa lo mismo.


domingo, 3 de marzo de 2013

Whatsapp

Buenas tardes de Domingo.

Iba a escribir sobre todo el amor que vi ayer en el cumpleaños de mi amiga Paz, pero un absurdo error de una persona a la que no conozco me acaba de arrancar una sonrisa.

Me ha llegado un whatsapp de una persona que no conocía. Le he dicho amablemente que no le conocía. El, le llamaremos Mini de ahora en adelante, me ha dicho que si yo era Ruth. A lo que obviamente he contestado que no.

Le he dicho que no era su Ruth. Mini me ha contestado que no era Su Ruth, que solo son amigos y que aprovechaba la confusión para decirme que yo era más guapa y que tenía los ojos más bonitos.

La gracia esta en que mi foto de perfil del whatsapp es con unas gafas a lo mosca que no se me ve más que boca. Pero la gracia me ha levantado la moral,  y me ha echo soltar una carcajada.
Ahora afirma ser un payaso y que arrancar sonrisas es su especialidad y que me da tres opciones. Os las copio literal.

1.- Me pones NO, te borro en un plis y nos dejamos de risas.
2.- Me pones OK, y no espero a mañana para hacerte reir.
3.- No pones nada, yo lo dejo por hoy y mañana pruebo lo de la sonrisa.

Y antes de elegir mi opción he decidido hacerle una pregunta.
¿De que color son mis ojos?

Y ha acertado con la respuesta, son marrones.

Pero obviamente o me conoce y me esta vacilando, o ha elegido la opción más probable.
Aun así, sea lo uno o lo otro se lo voy a perdonar. Me estoy riendo un rato y me ha dado pie a una entrada estupenda para mi blog.

Iba a terminar escribiendo sobre el chico del no-mail y asi por lo menos he conseguido desviar un poco mi atención del tema. Siento que ando un poco obsesionada. He de decir que al final no escribió. Ni el jueves, ni el viernes, ni el lunes. Llego el martes y ya no pude más, así que le escribí.

La respuesta no me gustó. No me había escrito, porque se había olvidado. ¿Cómo se te queda el cuerpo después de eso? No entiendes que tu desees que llegue un mail y que la persona que te lo tiene que mandar no se acuerde de hacerlo. Es ridículo, pero así fue.

Ahora bien, a mi a cabezota no me gana nadie. Así que no le di mas opción y le dije que quedara conmigo esa misma tarde. Y así fue. Quedamos después del curro. Y estuvo bien, muy bien. La verdad es que estuvimos a gusto, muy a gusto. Pero yo le deje bien claro que si quería volver a quedar tenía que salir de él. Y en esas me hayo. Esperando.

¿Si creo que escribirá? Pues la verdad es que no. Pero mañana es lunes y lo que más me apetece hacer es abrir el mail y ver si mantener la esperanza tiene o no tiene sentido.


miércoles, 20 de febrero de 2013

Perdiendo la fe

Estoy sentada en una esquina de mi sofá mientras escribo estas líneas y solo pienso en que me gustaría levantar la vista de la pantalla del portátil y comprobar que hay una persona en la otra esquina del sofá que me está mirando.  Que me observa mientras yo tecleo ensimismada. Pero levanto la vista… y no hay nadie más en este salón.

Hoy me han hecho plantearme la siguiente pregunta: ¿tienes dos minutos al día para perderlos?  ¿hay dos minutos de tu día que puedas desperdiciar haciendo una llamada o escribiendo un mail?
Si tu respuesta es que sí, eres de las mías. Si tu respuesta es que no, eres como la persona que hoy me ha hecho replantearme mi firme convicción de que la gente es buena por naturaleza y que sola las circunstancias puntuales las convierten en fieras despiadadas.

Y si te dicen te llamo y nos tomamos un café, ¿es tan raro pensar que te van a llamar?. Si te dicen, te escribo un mail el miércoles y ya te digo si podemos quedar a tomar una cerveza, ¿es tan raro esperar que llegue ese mail?.

Hoy es miércoles, y efectivamente el mail no ha llegado, al igual que la llamada, que tampoco llegó. Lo que me asusta no es no recibir un mail o una llamada. Lo que me asustas es sorprenderme a mi misma a primera hora de la mañana asegurándome que no me haga ilusiones, que el mail no llegará igual que no llegó la llamada. Lo que me asusta es perder la fe en la gente. Me aterra.

Si ya no creo que la gente es buena por naturaleza, si ya no siento que la gente merece una segunda, una tercera oportunidad, ¿qué es en lo que puedo creer?

La decepción a última hora de la tarde no era tanto por no haber recibido el mail, sino por haber constatado que mi pensamiento matinal era acertado y que efectivamente por mucho que lo deseara, el mail jamás llego. ¿He perdido la fe en la gente?

Y sin embargo, aquí sentada en mi sofá, con mi copa de vino y la televisión como única compañía no puedo dejar de fantasear con que mañana cuando llegue al trabajo tendré un mail en la bandeja de entrada esperando a ser leído. Contendrá probablemente una escusa plausible de porque ayer no llego y llega mañana. Al fin y al cabo, la esperanza es lo último que se pierde y el futuro es de los optimistas.


sábado, 2 de febrero de 2013

Dar gracias

Es un comedor austero. No en vano es una misión católica. Las ostentaciones no son necesarias, lo importante no es el mobiliario, sino con quien compartes la mesa y las conversaciones que allí se mantienen.

Cuatro veces al día, en esa mesa, se da gracias antes y después de comer. El desayuno esta exento de este ritual. Esta es la costumbre que se mantiene en St. Mary, la misión católica que lleva desde hace 20 años a las espaldas de un gran hombre, Ángel Olaran.

Dos veces en mi vida he compartido ese ritual con él y con un montón de personas, maravillosas, con las que he tenido el placer de compartir las que posiblemente sean las mejores semanas de mi vida.

Así que no se me ocurre mejor manera que resumir mi última estancia utilizando la fórmula que día a día se daba en las comidas.

Doy gracias por tener a mi familia, a mis amigos y por haber podido conocer a Ángel (Abba Melaku en Tigriña).
Doy gracias por tener la opción de vivir y no solo de sobrevivir.
Doy gracias por poder tener un plato de comida en mi mesa. Por poder elegir que quiero comer o por poder darme el lujo de si estoy llena dejar comida sobre la mesa.
Doy gracias por abrir el grifo y que salga agua. Por apretar un botón y que mi casa se caldee a 22º centigrados.
Doy gracias por tener más de una bombilla. Por tener un techo donde colgarla y no solo una chapa a modo de casa.
Doy gracias por tener una sanidad que me atiende de manera profesional y que me trata. Aunque a veces sea lenta, por lo menos es eficaz.
Doy gracias por poder vestirme todos los días con ropa limpia y que no esta hecha jirones.
Doy gracias por ser consciente de que el agua es vida. Y que aquí donde vivo el agua no falta. Doy gracias por ser consciente de que a pesar de que no falte, no hay que derrocharla. Doy gracias por no tener que vivir 10 meses pensando en cuando va a llover. Pendiente del cielo y de mis cosechas que se echan a perder. Pendiente del cielo y de mi ganado que cada día que pasa esta más famélico.
Doy gracias porque no tengo que prostituirme para mantener a mi familia.
Doy gracias porque no tengo sida. Y porque no se lo pasaré a mis hijos. Y porque si lo tuviera, tendría acceso a los medicamentos y no sería un estigma para mi y para mi familia.
Doy gracias porque no he vivido una guerra. Por no tener que haber visto morir a mi padre, a mi marido o a mis hermanos.
Doy gracias porque no  he sido huérfana. Porque no he tenido que renunciar a mi infancia por criar a mis hermanos. Ni he perdido mi juventud siendo madre precoz.
Doy gracias porque nunca me ha faltado una educación y he podido acceder libremente a la información.

Gente como Abba Melaku, fiel reflejo de lo que tendría que ser el sentido de la vida. Dar, simplemente dar todo a los demás sin esperar más que un beso, un abrazo o un agradecimiento.

Pasear con él por las calles de Wukro se convierte en casi una procesión. Todos le saludan, todos le dan la mano y los críos le besan. Como él suele decir: "Aquí a poco que te expongas te llevas 200 besos".

Porque pensándolo tranquilamente, los besos deberían de ser la única moneda de cambio.

Besos como moneda, abrazos como céntimos. Y lo demás... lo demás sería más fácil.




 

lunes, 7 de enero de 2013

Carta a Laura

7 de Enero de 2013

Querida Laura:

Te escribo esta carta porque esta es la mejor manera que tengo para expresar todo lo que quiero decirte.

Hace algo más de nueve meses nos diste la peor de las noticias que una amiga puede comunicar. Te habían detectado cancer de mama y tenías que tratarlo con quimioterapia y operarte.
Recuerdo un mail que escribiste. Aquellas letras estaban escritas bajo el manto protector que te otorga tu fe y tu vida en Dios y alguien puede pensar que sería un mail lleno de angustía y desesperación, pero todo lo contrario. Recuerdo haber leido aquel mail y pensar que no había nadie más fuerte que tu, y recuerdo perfectamente que ponías que el enemigo era fuerte, pero que nosotros eramos más y le ibamos a plantar cara. Y así ha sido.

Ahora nueve meses después nos das la buena noticia, la gran noticia de que no hay más quimio, no hay más radiacción, no hay más operaciones porque la última fue un éxito y te lo "rebañaron" todo.

Ahora nueve meses después te hemos preparado una fiesta sorpresa por tu treinta  y cuatro explendidos años.

Tú marido, tu santo y discreto marido, nos ha reunido a todos, y ver tu cara, sinceramente no ha tenido precio.

Muchos piensan que el 2012 ha sido un año horrible, crisis, paro, desahucios y tralara. Pero para mí en particular ha sido un año de aprendizaje. Resulta que he encontrado a una profesora que es una experta en el master de la lucha. Me ha enseñado a confiar, a creer y a esperar siempre lo mejor. A no desanimarme y afrontar los problemas con las fuerzas y las ganas de vencer, siempre vencer. A levantarme una y otra y otra vez. Y a seguir levantandome siempre que me caiga por mucho que piense que no puedo y por mucho que sienta que las fuerzas no me acompañan. Plantar batalla ha sido tu lema.

Has luchado como una leona, y creo que no lo has hecho principalmente por tí. Has luchado por seguir adelante por la vida de tu hijo, por la vida de tu marido y por la vida de todos los que te queremos. Porque sabes de sobra que somos mucho menos fuertes que tú y que una vida sin tí nos resultaría imposible.

Has ido dando lecciones de vida aquí y alla durante estos nueve meses. Y todo el que se ha cruzado contigo y se ha parado a escucharte ha salido fortalecido. Al contrario de lo que pudiera parecer, derrochabas ilusión, alegría, esperanza y ganas de dejarte la piel en esas sesiones de quimioterapia.

Ha sido doloroso verte perder el pelo, pero ha sido toda una lección de estilismo verte guapa a rabiar con tus pañuelos atados de mil formas. Y sí, si alguien lo dudaba, el pañuelo a lo turbante ha estado de rabiosa actualidad este año. Toda una it-girl.

Verte el viernes ilusionada, sonriendo a todo lo que te daban los dientes y repartiendo abrazos a diestro y siniestro ha sido maravilloso y por nada del mundo me lo hubiera perdido.

Porque es un honor y una bendición tenerte en mi vida, es por lo que te escribo esta carta. Que sea público y que todo el mundo pueda leerlo. Eres un ejemplo a seguir. Eres un espejo donde mirarse. Una prueba de como soportar los golpes de la vida. Una prueba de que es innecesario cuestionarse las cosas malas, lo que hay que hacer es afrontarlas y arreglarlas. Una prueba de que el cancer se vence. De que las batallas se van librando y ganando hasta que la guerra es nuestra. Visto lo visto, ganadora, te quiero en las filas mi ejercito.
 

Te quiero.