domingo, 15 de julio de 2012

Dar para tener

Hoy después de muchos años he vuelto a ir de vacaciones con toda mi familia.

Hemos alquilado, bueno mis padres y mis tíos (yo vengo de gorra) una casa, cuasi mansión en Moraira.

Las vistas desde la terraza donde estoy escribiendo invitan a la relajación total.

Si levantas la vista del ordenador y la diriges hacia el frente, ves el mar, flanqueado por dos colinas llenas de lujosas casas veraniegas.

La sensación de ser rica y poderosa se apropia de mi y por un momento siento que podría vivir así el resto de mi vida. Luego me acuerdo que es Julio, que tengo todo el verano para descansar, pero que en Septiembre, para ser más exactos el 5 de ese mes, he quedado con los chicos de Atocha.

Somos, soy, una privilegiada. Tengo una familia que me quiere, con la que llevo toda la tarde riéndome, un trabajo que me resulta gratificante y unos amigos que el fin de semana pasado me dieron el mejor de los cumpleaños.
Y todo esto lo tengo porque sí. Yo si y otros no. Que aleatoria es la vida que nos ofrece todo o casi todo a unos y nada o menos a otros.

Ya no concibo mi vida sin dar parte de lo que en suerte me ha tocado a los demás. No soy más afortunada por lo que tengo, sino por lo que puedo ofrecer. Soy más cuanto más doy. Y por eso, a pesar de estar rodeada durante estos días de lujo, no olvido y tengo presente a quienes hacen de mi lo que soy. No olvido y tengo presente que aquellos que menos tienen, son los que más me dan.

Nos vemos en Septiembre chicos!

miércoles, 11 de julio de 2012

¿Realidad o ficción? III

Tumbada en la cama no fue consciente que estaba aguantando la respiración hasta que soltó el aire retenido en los pulmones. Había pasado el día con la sensación de que el tiempo pasaba lentamente. Ya no le valían las miradas furtivas, aunque era consciente de que ambos podían decirse más mirándose que hablando. El paso de los años había conseguido que las palabras perdieran todo su significado. Ya solo valían las caricias, los besos y los abrazos furtivos.

Cuando los amantes tienen un secreto que ocultar, los silencios adquieren un nuevo significado. Habían hecho del mudo hablar un arte. Y ahí, cuando todos miran, es cuando ellos son capaces de borrar el exterior y convertir una mirada en una prosa de amor.

'¡Elisa!'- Oir su nombre salir de la garganta de Alejandro le ponía el corazón a galopar.
'Aquí' – Un susurro nada más – '¡¡¡aquí!!!' - Grito para hacerse oir.

Apareció Alejandro doblando la esquina del pasillo. Elisa se levanto de la cama con una agilidad inusual teniendo en cuenta que le faltaba siempre el resuello al verle.

Después de dos días viéndose a lo lejos, de conversaciones insustanciales y de roces apenas perceptibles, tenerle allí en la intimidad de una habitación ajenos a miradas extrañas, era más de lo que podía soportar.

Pasan los años. Crecen. Cada uno hace su vida. Separados por kilómetros y por necesidades distintas, parece increíble que dos cuerpos que apenas si se ven una vez al año, se reconozcan de esa manera.

No hubo beso. Ni caricia. Se tumbaron en la cama en la que un rato antes Elisa intentaba calmarse. Mirándose el uno al otro, las cabezas juntas, pero los labios separados. Era como si tuvieran miedo de besarse.

'No soporto el saber que estas aquí y el no poder abrazarte cuando te veo pasar' – Se quejo amargamente Alejandro. Acariciando sin ser consciente el muslo de Elisa.
'No podemos hacer nada con respecto a eso y lo sabes. Has de conformarte. Decidimos llevarlo de esta manera y has de respetar el trato que hicimos' – Argumentó Elisa.

No quería hacerlo, pero no pudo evitarlo y la beso.

'Me vuelves loco. ¿Qué me has dado Elisa, que no puedo dejar de pensar en ti? ¿Qué me has hecho? - Pregunto Alejandro sabiendo que no iba a conseguir respuesta

Elisa le devolvió el beso, ese primero y todos los demás que vinieron después. Le quito la camisa. El calor que desprendía su cuerpo le era familiar, a pesar de haber estado tan pocas veces compartiendo esa intimidad. Ambos sabían que aquellos pocos momentos que habían compartido a lo largo de quince años, eran irrepetibles, y como tal los disfrutaban con la intensidad del que se sabe que lo mismo no se ve en otra situación igual. Lo esporádico y lo inusual de los encuentros entre Elisa y Alejandro había hecho que esos momentos fueran siempre como la primera vez. Era como si se besaran por primera vez. El la abrazaba como si no la hubiera abrazado nunca. Hundía la nariz en el cuello de ella para capturar por primera vez su aroma. La respiraba como si no la hubiera visto nunca. La miraba como si no la hubiera olido nunca. Las manos de Elisa recorrían la espalda de Alejandro como si no la hubiera acariciado nunca, como si nunca hubiera clavado allí sus uñas dejándose llevar de placer.
Se desnudaban como si lo hicieran por primera vez. Sin embargo, esa tarde se miraron de forma distinta. Había reconocimiento en el cuerpo del otro. Era como llegar a un puerto en el que ya se ha atracado. Hicieron el amor de forma suave, mirandose sin hablar como tantos y tantos días. Aprovechando aquel lenguaje mudo que habían formado entre los dos y que habían perfeccionado con el paso de los años. Alejandro no necesitaba escuchar a Elisa, su corazón la oia a voz en grito.

Desnudos sobre la cama. La cabeza de Elisa acomodada en el hueco del hombro de Alejandro. Respiraban con dificultad. La mezcla del placer de haber yacido juntos y la certeza de la despedida, hacían del momento un cuadro entre irritante y placentero.

'¿Sabes que me tengo que ir?' - Era más una afirmación por parte de Elisa que una pregunta.
'Lo se' – Contesto Alejandro con resignación.
Alejandro... - No sabía Elisa como plantear la pregunta.
'Dime, mi amor' – La incitó Alejandro a seguir.
'Hay algo que quiero proponerte' – Se incorporó sobre su codo para poder mirarle a los ojos. - 'Tengo asumido hace mucho tiempo ya que no eres para mi. He conseguido renunciar a tenerte a mi lado a diario. Lo comprendo y lo asumo. Pero necesito que me des algo más' – A Elisa le costaba encontrar las frases.
'¿A que te refieres?' - Preguntó confuso Alejandro
'¿Me darías un hijo?. No te pido responsabilidad, no te pido nada. Solo quiero que mi hijo sea tuyo. Sería algo entre tu y yo, nadie tiene porque saberlo...¿Qué me dices? ' - Elisa no podía de la ansiedad.
'Elisa...¿estas segura de eso?'  - Alejandro la miraba con calma.
'Si' – Afirmó con seguridad Elisa. - 'Si he de tener un hijo sola, que sea contigo'.
'¿No me exiges nada? ¿Estas segura de querer eso para ti y para mi? Si tu lo deseas, yo lo hago, pero necesito saber que estas segura, que lo has pensado detenidamente – Alejandro no podía dejar de pensar en un hijo con Elisa.
'Si, Alejandro. Estoy absolutamente segura. Pero es algo que tiene que quedar entre tu y yo. Yo solo te puedo prometer que lo veras las veces que necesites verle, pero nunca será tu hijo abiertamente' – Elisa parecía segura de si misma.

Alejandro la abrazó fuerte, demasiado fuerte. Elisa dejo escapar un quejido.

'Realmente Elisa, no soy consciente de lo mucho que me amas. Esto va más allá de lo que jamás habría imaginado' – Se sentía amado hasta el extremo y la dicha era tal que no quería soltar el cuerpo de Elisa.

Elisa dejo escapar una lágrima. Aquello era conformarse con las migajas, pero mejor eso que pasar hambre el resto de su vida. Alejandro era su vida y mejor estos momentos que no tenerle nunca más. Se seco disimuladamente la lágrima con el dorso de la mano y abrazó a Alejandro guardando una instantánea más en aquel álbum de fotos sueltas.