jueves, 2 de septiembre de 2010

Una a una...

...me voy a tener que comer las letras del título de este blog.

¿Cómo expresar con palabras y por escrito, todo, todo lo que sentí ayer? Desde la nostalgia que experimenté por volver a estar en Pamplona hasta el temblor de todo mi cuerpo cuando le vi después de tres años y medio.

El viaje fue interminable, por culpa de las obras en la nacional I, la lluvia incesante y porque yo era un cúmulo de ansiedad y todo coche que se me ponía delante me daba la sensación de estar frenando mi camino.

Pero llegué y le llamé, me había perdido, jajaja (nota: quiero un tom-tom de esos para reyes, a pesar de que los odio). El caso es que me guió y bueno...aparque el coche (me tiemblan las manos aun al recordarlo), baje, y me senté a esperarle. No tardo nada. Cuando le vi me incorporé como un resorte y me fui hacia él. Y me abrazó. Me abrazó con tal fuerza que hundí la cabeza en su clavícula, como queriendo desaparecer del mundo. Me puso una mano en la cabeza, me acarició el pelo y me sostuvo porque me temblaban las piernas. Nos separamos un momento y me beso. No lo puedo describir, lo siento. Después de dos meses chateando durante horas (mas todavía estas últimas semanas), después de haber estado la tarde anterior al teléfono tres horas intentando entre los dos imaginar lo que haríamos, lo que nos diríamos, pues la verdad es que no soy capaz de expresarlo. Todo lo que diga, todo calificativo o adjetivo que utilice no va a alcanzar para describir ni siquiera la mínima parte de todo lo que sentí.

Cuando conseguimos separarnos y respirar, nos sentamos y comprobamos que ambos eramos un manojo de nervios, nos temblaban las manos, las piernas...pero seguimos besándonos. Entonces apareció Carmen, una compañera de...(pausa)...Creo que no he escrito aun su nombre. Apareció Carmen, una compañera de Alfonso (ahora si!). Yo la conocí cuando estuve en el 2007 trabajando en Pamplona, la costó reconocerme, pero lo hizo, y luego me preguntó que que hacía por Pamplona, a lo que ella misma acto seguido contestó, "bueno es evidente lo que estabas haciendo pero...", jajaja. Supongo que estaba flipando. Espero poder hablar con ella más tranquilamente en las próximas visitas.

Y sí, el amor te quita el apetito, te roba el sueño y fatiga. Me duele todo el cuerpo del viaje, pero cada vez que giro el cuello para desentumecerlo de las cuatro horas de viaje, pienso, recuerdo y siento cada palabra que me ha dicho, cada roce de sus dedos, cada caricia de sus manos y cada beso que me ha dado.

Me he alimentado de sus besos y he descansado entre sus brazos. He vuelto a ver Pamplona de su mano. ¡Cómo me gusta esa ciudad! Nos hemos besado en cada cada calle, en cada esquina. Y me he sentido comprendida, escuchada, arropada y amada como nunca, nunca me había sentido hasta ahora.

Si el amor existe, debe de ser clavadito a todo esto.

No hay comentarios:

Publicar un comentario