domingo, 23 de septiembre de 2012

Cambio de sentido

Escribo esta entrada sentada en mi nuevo escritorio.

Poco a poco voy amueblando mi casa. Eso es síntoma de querer avanzar, pero a veces el querer no llega a ser poder. Sin embargo, ayer conseguí cerrar una de las puertas de mi pasado que no hacía mas que volver y volver para atormentarme, impidiéndome avanzar en la dirección que quiero.

No hay que confundirse, me encanta por donde estoy llevando mi vida, pero eso no significa que sea fuerte las veinticuatro horas del día y hay ratos en los que pienso que me he equivocado muchísimas veces.

Ayer tenía dos opciones. O volver hacia atrás sobre mis pasos o seguir avanzando insegura hacia delante. Y lo mejor es que no fui yo quien tomo la decisión. Fue mi subconsciente y mi cuerpo quienes decidieron por mi.

Sentada en el coche, conduciendo hacia mi pasado, las piernas empezaron a dolerme, y comencé a respirar con dificultad. De repente me encontré diciéndome a mi misma en voz alta, no puedo, no puedo, no lo hagas. Paré en el arcén y llame para cambiar el rumbo de mi vida. Un simple no puedo, lo siento pero no puedo. Y colgué.

Cambie de sentido en la autopista y en mi vida y volví a Madrid. Allí me estaban esperando mis amigos. Y consigueron con sus locuras y su parloteo constante hacerme olvidar que tan solo un rato antes había estado a punto de echar a perder todo lo que he construido en estos cuatro años. Por un momento estuve a punto de perder las riendas de una vida que me cuesta conducir pero que me encanta.

Ayer me deshice literalmente de todo lo que me anclaba a él. Físicamente y mentalmente. Se acabo. No habrá mas giros ni mas vueltas. Nada me va a hacer volver a él. Ayer lo enterré. Punto final.

Han sido dieciocho años de mi vida pensando siempre en él. Una especie de niebla constante en mi cabeza. Cuando di la vuelta ayer, sentí que salía el sol y que se despejaba mi mente. Me sentí aliviada. Me había quitado un peso de encima. Suena duro, pero he dormido como un tronco esta noche. Ni un mal pensamiento, ni un remordimiento, nada de angustia. He tomado la decisión correcta.

Ahora puedo volver a recuperar la cordura que he perdido durante estos meses. Vuelvo a ser yo y conduzco hacía donde quiero ir. Hacia delante, siempre hacia delante.