sábado, 15 de diciembre de 2012

¿Ficción o realidad? IV

La hermana de Alejandro se acercó a Elisa con el rostro cruzado por el dolor. Puso su mano en el antebrazo de Elisa, mas por sujetarse ella misma que por agarrar a Elisa y sacarla de casa.

'Sabes que no puedes estar aquí Elisa' - La voz de Sara estaba rota de dolor.

'Lo sé Sara. Pero no he podido evitarlo' - Elisa no sentia como suyas aquellas palabras. Era como si una extraña hablara por ella.

'Sara, tu sabes que iba a encontrarse conmigo cuando tuvo el accidente. Yo fui la última persona con la que habló. Sara, necesito despedirme de él...' - Había desesperación en la voz de Elisa. - 'Alejandro ha muerto y yo no puedo dejar de pensar que le rompí el corazón y que murió pensando que no le amaba'

'Lo siento Elisa, no puedo dejarte pasar. Entiendelo por favor' - Sara odiaba tener que decirle esto a Elisa. Desde pequeñas se habían llevado bien y la quería. Había guardado toda su vida la esperanza de que su hermano y ella consigueran encontrar un lugar en su vida y en el mundo en el que poder estar juntos. Pero aquello no había sido posible hasta ahora y la muerte prematura de Alejandro había dejado a Elisa sin la opción de tener a su lado al hombre al que había amado toda su vida en secreto.

'Sara' - Tomo aire para decir lo que tenía que decir - 'Se que Alejandro no quería ser enterrado. Habíamos hablado un montón de veces de que las cenizas del primero que muriera esperarían a las cenizas del otro bajo la encina de la finca El Agua.' - Mil recuerdos acudieron de golpe a sus ojos y estos no puedieron evitar llenarse de lágrimas. Mil recuerdos guardados en lo más profundo de su alma y que a los que solo se permitía acceder cuando se encontraba sola. Todos los momentos vividos con Alejandro eran intensos, unos buenos, otros malos, pero incluso los peores conseguían llenarla de amor.

La finca El Agua se encontraba a las afueras de la pedanía donde ambos habían compartido infancia, adolescencia y madurez. Bajo la encina de aquella finca Elisa había recibido su primer beso de labios de Alejandro. Bajo aquella encina 15 años después de aquel primer beso, se habían vuelto a encontrar y habían retomado un amor que solo había estado aletargado esperando el momento de despertarse y llenarlo todo con la intensidad de torrente fluvial.

Con quince años recien cumplidos, Elisa era una mujer que apenas daba sus primeros pasos. Apenas había vivido y sus padres siempre la habían mantenido alejada de todos los peligros. Por eso para Elisa regresar cada verano a El Agua, era vital, reconstituyente y emocionante. Amaba aquella tierra, llena de olivares y de encinares. Amaba las curvas suaves que el terreno dibujaba contra el cielo. Y cada vez que cruzaba el límite de la provincia de Extremadura su corazón latia a cien y se sentia en casa. Era regresar al hogar una y otra vez.

Alejandro tenía quince años también, pero estaba a punto de pasar a los dieciseis. Era todo arrogancia. Guapo, varonil y ademas consciente de que comenzaba a despertar en las mujeres el deseo que él  precozmente ya había conocido.  Hacía un año que no veía a Elisa y le apetecía volver a chinchar a aquella flacucha y desgreñada que tan bien le caia. Poco se espera Alejandro encontrarse con una Elisa mujer, segura de si misma y que definitivamente había dejado atrás su niñez.

La deseo en cuanto la vió bajarse del coche. Años después le confesaría a Elisa que nunca volvió a desear a una mujer como le había deseado a ella aquel verano.
Elisa hacía años que amaba a Alejandro en silencio. Aquel chico que le hacía de rabiar y no le dejaba en paz le robaba el aliento en cuanto le veía aparecer por la calle. Pero apenas la miraba y Elisa volvía todos los veranos a El Agua con la esperanza de que Alejandro pusiera por fin sus ojos en ella.

'¡¡¡Elisa!!!' - Sara la estaba zarandeando - 'Por Dios Elisa, donde narices estas, vuelve del pasado. No puedo darte las cenizas de Alejandro. ¿Qué quieres que le diga a Pilar?' - Sara deseaba poder cumplir el deseo de su hermano, pero Pilar era su cuñada y pediría una explicación.

'Pilar sabe que Alejandro y yo nos hemos estado viendo todos estos años' - Vió reflejado en el rostro de Sara la sorpresa, la incredulidad y por último el enfado por no haber sido merecedora de la confianza de Elisa y Alejandro.

'¿Pilar sabe que Israel es hijo de Alejandro?' - Sara no sabía realmente si deseaba saber la respuesta.

'No puedo asegurar si Alejandro llego a decirselo, pero es obvio que es su hijo. Bastaba verlos juntos, Sara. Israel amaba a Alejandro sin saber que era su padre. La conexión era instantanea en cuanto se veían. Si Alejandro no le dijo a Pilar que Israel era suyo, es más que probable que lo averiguara por si misma.' - Elisa adoraba a Israel y verle cada verano disfrutar de los breves momentos de complicidad con su padre habían sido los mejores ratos de la vida de ambos.- 'Necesito esas cenizas Sara, y si no se las pides tu a Pilar lo haré yo misma. Era el deseo de Alejandro, es mi deseo, poder descansar juntos bajo la encina. No voy a permitir que no se cumpla' - La determinación en la voz de Elisa terminaron por derribar las pocas barreras que Sara tenía. Adoraba a Elisa, igual que había adorado a su hermano y conseguir cumplir ese último deseo era lo menos que ambos se merecían.

Contemplaba el árbol y las pocas cenizas repartidas alrededor de la base.

'Bésame Alejandro. Has sido un cobarde todos estos años, jamás viniste a por mi. Jamás dejaste a Pilar a pesar de que no la amas. ¡Bésame!- Ajelandro volvió a subir el trecho de cuesta que había bajado mientras discutía con Elisa y hundió sus labios en los de ella. Desesperación y después deseo fue lo que sintió Elisa en aquel primer beso que distaba quince años del primero que le diera Alejandro bajo aquella misma encina.

Supo que acababa de entregar su corazón para siempre, si es que aun le pertenecía pues amaba a Alejandro desde antes incluso de ser consciente de ello. Supo en aquel beso que nunca estarían juntos, pero jamás dos personas se pertenecerían el uno al otro como se pertenecían ellos.

Dos lágrimas rodaron por sus mejillas mientras contemplaba las cenizas del suelo.

Se giró para alejarse camino abajo. No volvió la vista atrás. Supo que no regresaría a la encina hasta el día que muriera y pudiera volver a encontrarse con él. Con la certeza de que jamás vovería a amar se alejo de la finca caminando...